El abrazo, ese gesto universal de afecto, consuelo o celebración, no siempre es bien recibido por todos. Hay quienes, ante el intento de un contacto físico, se tensan, retroceden o directamente lo evitan. ¿Qué hay detrás de esta resistencia? La psicología ofrece pistas para entender este comportamiento que, aunque puede parecer frío o distante, tiene raíces profundas en la historia personal y las emociones de cada individuo.
Dicen los especialistas que resistirse a los abrazos puede estar vinculado a experiencias tempranas. "El contacto físico está asociado a la seguridad que recibimos en la infancia. Si una persona creció en un entorno donde el afecto era escaso o, por el contrario, invasivo, puede desarrollar una aversión al abrazo como mecanismo de defensa", explican. Este rechazo no siempre es consciente; a veces, el cuerpo reacciona antes que la mente, activando una alerta ante lo que percibe como una amenaza a su espacio personal.
Otro factor clave es la personalidad. Los introvertidos o quienes tienen una mayor necesidad de control tienden a preferir distancias físicas. "No es que no quieran conectar, sino que su forma de hacerlo no pasa por lo corporal", dicen los especialistas. Además, trastornos como la ansiedad social o el espectro autista pueden influir, ya que el contacto físico puede resultar abrumador o difícil de procesar.
El contexto cultural también juega un rol. En sociedades donde el contacto es menos habitual, como en algunos países del norte de Europa, resistirse a los abrazos no se ve como algo extraño. En cambio, en Argentina, donde el cariño físico es parte del ADN social, este rechazo puede interpretarse como desdén o frialdad, generando malentendidos.
¿Y qué pasa con el trauma? Para quienes han vivido abuso o violencia, un abrazo puede despertar recuerdos dolorosos. "El cuerpo guarda memoria emocional. Lo que para uno es un gesto de amor, para otro puede ser una invasión", advierten los especialistas. En estos casos, la resistencia es una forma de autoprotección.
Sin embargo, no todo es negativo. La resistencia a los abrazos puede superarse con tiempo y confianza. "Se trata de respetar los límites y construir puentes desde otros lenguajes afectivos", concluyen los especialistas. Así, entender este rechazo nos invita a ser más empáticos: no todos expresan amor de la misma manera.
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